A veces, suceden las cosas sin que seamos conscientes de lo que en verdad significan. Aunque pensemos que estamos comprendiendo perfectamente la situación y pensemos que es como tiene que ser y así la asumamos, y nos engañemos haciéndonos creer que estamos reaccionando de la forma en que reaccionaríamos normalmente ante esa circunstancia de la cual no estamos pudiendo ver la trascendencia real, no es más que eso, un engaño.
Y así ocurrió cuando nos vimos por última vez, y estoy seguro de que así ocurre en tantas últimas veces. Así ocurrió cuando nos vimos por última vez, después de no habernos visto en varios meses. Cuando nos vimos voluntariamente porque así lo pretendimos, fue como si nos hubiésemos visto el ayer de ese día, como si no hubiese sucedido el tiempo ni las discusiones ni los mensajes. Todo fluyó igual de fácil que el ron por la garganta. Y cuando nos besamos y nos revolcamos. Y cuando hablamos de supuestos que ambos sabíamos que no se materializarían nunca. Y cuando nos despedimos sabiendo que era la última vez que nos íbamos a ver, sin ser conscientes de lo que eso significaba. Nos despedimos como si no fuese a ser la última, como si todo fuese a continuar igual que era antes de todo, aunque la idea de "última vez" estuviese presente, pero sin ser asimilada ni comprendida. Quizá porque así lo quería nuestro cerebro para no dañarnos. Sin embargo, cuando ya tu percepción de las cosas te deja ver cómo es en realidad lo que pasó y esa idea de "última vez", esa consciencia y ese entendimiento se posan en ti, en tu reblandecido barro emocional, como un yunque que cae desde lo alto y salpica de fango al chocar contigo las paredes ennegrecidas de tu vacío. Entonces eres consciente de lo que significaba aquel momento, aquel "adiós", aquella no vuelta atrás, aquella puerta cerrándose tras su espalda, aquella media sonrisa empañada por unas lágrimas invisibles, unas lágrimas que se derramaban por dentro sin dejarse ver ni sentir. Ahora me resulta extraño aquel momento de cotidianeidad advenediza, esta realidad de la que soy consciente. Ahora. Es extraño, cuando ya eres consciente de la trascendencia del suceso emérito, el sentir de golpe la realidad que albergaba y el sentir que ese espejismo de continuidad que camuflaba a la "última vez" no era más que eso, un espejismo.