viernes, 22 de mayo de 2009

Noche sin fin


La cafeína galopa por las venas. Llevamos despiertos mucho tiempo y hemos dormido poco los últimos días, pero es lo que tienen los exámenes. En la cocina de su resi, él me mira, yo le miro y ya me río, se lo que va a hacer, esta vez no es una duda, no por la forma en la que se le tuerce la mirada. Y ahí va, me propone ganarme 10 libras de manera fácil, veo el reto y ya se acojona y empieza otra vez a adornarlo. Muchacho, no me cambies las apuestas, ahora claro que no tengo cojones de hacerlo. Nos reímos, fumamos un piti, pastilla de cafeína y estudiamos otra hora y pico. ¿Quién dijo que las temporadas de exámenes son malas? Lo malo es suspender... y si lo piensas bien, hasta le pillas el encanto.

jueves, 21 de mayo de 2009

Pues me da por pensar

Al abrigo de la planicie mental que me provoca mi cachimba, sin aderezos adicionales, sólo el cereceado tabaco, y de fondo "Mother's son" de MoskovSKAya, miro por la ventana y todo me parece más bonito. Hasta la polución (si es nocturna mejor). Es hipnotizante el movimiento de las hojas de los árboles. Ahora mismo mi cabeza se deja mecer por él. Sólo hay una palabra que describa este momento... pero no la encuentro.

Si la cachimba no va a Mahoma, Mahoma va a la cachimba.

martes, 19 de mayo de 2009

Te escribo ahora que todavía te pienso

Flequillo negro imitado por cleopatra.
Nariz destacable sin ser grande.
Piel morena a juego con los ojos rayados por lápiz.
Cuello como un tallo perfumado.
Fina constitución atlética.
Vientre perfectamente liso y puntuado a la altura justa.
Equilibradas líneas curvas dibujan la mitad inferior de su cuerpo.
Purpúrea textura colorea los labios.
Mentón afilado. Moflete suave.
Lengua jugosa. Perfecto beso.

viernes, 8 de mayo de 2009

Otro desliz


Un orín apremiante le escocía por dentro. Tenía que aguantar, no era el momento. Continuó dando coba a sus quehaceres. Pero cada palabra pensada llevaba el impaciente tinte amarillo que empujaba. Aguantar. No conocía la razón exacta por la que contenerse, pero sabía que tenía que hacerlo. No pudo más y cedió al placer de la expulsión de toxinas. Al instante notó la cálida humedad de la tela al pegarse en su piel. Una vez más se despertó con la pesada carga de un calzoncillo mojado. Esto tenía que terminar. ¿Tendría que hacer caso al conchante anuncio de compresas?