"Un vaso de realidad viene bien cuando tu idiotizado ánimo se desdensifica y flota". Eso es lo que pensó mientras dejaba caer la segunda chusta. Jodeeeeeeer, ¿no había aprendido nada de los palos pasados? Era como el perrillo maltratado que vuelve a querer a su perverso amo. Era consciente de su situación y lo sabía. Sabía que no se tenía que dejar llevar, que tenía que cortar de raíz cualquier clase de sentimiento incipiente. Por ello intentó recordar. Y pudo recordar, aunque difuminadamente, el agobio, la agonía, el malestar y los nubarrones. ¿Es eso lo que tenía que hacer? ¿Recordar lo terrible y atajar aquellos sentimientos que podrían llevarle al mayor de los disfrutes físicos y metafísicos, limitándolos a un simple sentimiento de gozo acotado? ¿O por el contrario, dejarlos crecer deliberadamente según una función exponencial que, como ya conocía, iba a terminar, indefectiblemente, de forma abrupta dejándole caer desde lo más alto? Bueno, por lo menos, si esta vez caía, no iba a ser con los ojos vendados y por sorpresa. El desenlace lo conocía, todo ese placer presente se iba a convertir en todo aquello que ya había vivido y que hacía una chusta había recordado. Ahora lo único que quedaba era definir una función que minimizase los daños. En esto no podían ayudar Rolle ni L'Hopital. Mr. Proper ni KH7. Así que se lio otro de esos y buscó una solución en la densidad vaporosa de su aturdimiento.