Cogió Cupido la copa y la medió. Se llevó la mano a la barbilla y jugueteó con los pelillos de su barba descuidada al tiempo que empezaba a pensar.
Miró a las pocas y desperdigadas parejas de aquel antro. No vio futuro. Sólo farsa. El amor, aquella cosa tan anhelada por todos y a la vez tan maltratada. Sin duda había visto mejores tiempos. Ya nadie le daba una oportunidad, todo el mundo le cerraba la puerta como si fuese un simple vendedor de dioses o de enciclopedias. Tanto era así que se vio forzado a abandonar. No era más que uno más en el paro.
Se giró hacia el vidrio bañado por las espesas lágrimas que el alcohol había dejado a su paso. Lo cogió y apuró su contenido mientras pensaba en la banqueta y la soga que le aguardaban impacientes.