viernes, 23 de marzo de 2018

Chusta esquiva.

Un cigarro sujeto por la leve presión de sus labios. Tiritaba de frío. Un aire gélido. Una brisa cruel que le repasaba los huesos. Una brisa despiadada que le acariciaba su contorno. Apoyado en la pared con una pierna doblada, la esperaba. Siempre se hacía de rogar. Y nunca llegaba cuando él quería. De pronto, allí apareció. La puerta del portal se abrió y apareció ella. Y detrás, el miserable de su novio. Maldito era. Maldito se sentía. Maldito se despreciaba. Otra vez la había esperado ver y la había visto. Tiró la colilla al suelo y la pisó. Pero falló. Parecía que hasta esa puta chusta le esquivaba. No le importó. Se separó de la pared y se encaminó a su casa dessatisfecho por haber vuelto a esperarla desde lo lejos. Por haber vuelto a verla acompañada. Por haber vuelto a ser él y no estar muerto. Al instante abrió los ojos y se encontró en su cama. Miró en derredor y sólo vio las sábanas ahuecadas. Joder, qué bien. Tan sólo había sido una pesadilla más. No lo había hecho de verdad. Joder, qué bien. Por fin ya sólo lo soñaba y no lo hacía. Por fin eso no era más que un mal recuerdo.

Había esperado algo.

Miró por la ventana y no vio nada más que el vacío. Bajó la cabeza y se miró los pies pensativo y decepcionado. Levantó la mirada y volvió a mirar afuera. Nada. Había esperado encontrarse algo. Algo diferente o nuevo. De pronto, un arco iris de grises se dibujó ante sus ojos, pero se desvaneció incluso antes de que se sorprendiera. Al instante apareció una nube enfurruñada frente a sus pupilas. Y se puso a diluviar, como echándole en cara algo. Se sorprendió y se frustró. No sabía por qué aquella nube le reprochaba el qué. Al igual que el arco iris, desapareció tal cual había aparecido. Se frotó los ojos con los puños incrédulo. Al despegar los párpados no vio nada. Pestañeó un par de veces esperando que algo más sucediese. Esperó. Y de repente apareció. Una figura desnuda ante sus ojos. Portaba un cigarro entre sus labios y soltaba el humo por la nariz. Suavemente. No era la primera vez que lo hacía, se notaba. Se acarició la cara. La barbilla y las caderas. Él la miró embelesado. Ella se acercó mucho con la mano extendida hacia él. Él, extendió la suya. Sin embargo, nunca llegaron a juntarlas. Ella no se acercó tanto. Justo en el momento de rozarse, se retiró hacia atrás flotando en el aire. Él se inclinó hacia delante para alcanzarla, pero no llegó. Se subió al marco de la ventana. En precario equilibrio estiró el brazo, pulso tembloroso que intentaba llegar a lo deseado. Pero ella siempre estaba un milímetro más allá de su alcance. Él se estiró un poco más. Y cayó. Lo último que vio fue el sonido de la risa de ella haciendo un eco cruel en sus oídos. Y de repente, todo se apagó.

sábado, 17 de marzo de 2018

Cuánto dolor.

Cuánto dolor puede aguantar una persona. Cuánto sufrimiento y cuánta tortura. Cuánta sangre puede manar de un corazón seco. Cuánta saliva puede escupirse cuando no quedan palabras. Cuánto puedes arrastrate cuando no te quedan manos. Cuánto puedes respirar cuando no te quedan pulmones por fumar. Cuánto puedes beber cuando no dejas de estar borracho. Cuánta miseria puedes aguantar cuando no te quieres. Ya no sufro ni me torturo, aunque, más que nunca, noto mi cuerpo. Ya no sangro, aunque ya noto fluir mi sangre. Aunque escucho a mi corazón tocar. Ahora respiro un humo sin ti. Me emborracho sin pensar en ti. Mi saliva es más mía que nunca, y las palabras ya no están intoxicadas por el odio. El alcohol sigue empapándome por dentro, pero ya no hace barro. Ahora puedo pegar a alguien y no por frustración. Puedo sentir odio y no es por ti. Puedo quererme porque ya no lo ocupas todo. Puedo sentir porque ya no me saturas. Ojalá. Ojalá no fuese así, y siguieses siendo tú quien me llena. Pero gracias a los dioses, tuyos y míos, de ellos y de los demás. Gracias a quien sea, pero ya no eres tú quien maneja mi ser, mi cuerpo y el alma que no tengo. Ahora soy yo quien tiene los mandos y quien llora por lo que quiere. Quien bebe por quien quiere. Quien se jode los pulmones por quien quiere. Quien escribe por escribirte, y a conciencia. Porque quiero hacerlo y no porque me lo pida tu representación onírica. Ahora te dedico estas palabras porque realmente quiero hacerlo. Ojalá me leas algún día. Ojalá me vuelvas a sentir algún día desde tu sofá. Y ojalá volvamos a no vernos, para que el tiempo sólo nos deje el residuo de lo que fue bueno. Y podamos pensarnos sin odiarnos. Que solamente nos quede el esqueleto de lo que aquello fue. La anorexia de esos sentimientos que tuvimos. Ojalá pueda seguirte dedicando letras y notas desde mi rincón. Y ojalá pienses en mí mientras haces pis. Ojalá seamos uno solamente en un recuerdo. Espero que cuando vaya a morir, sigas estando en mi mente, y que mi último pensamiento seas tú.

Esa tú.

¿Ha pasado un año? ¿Dos? Y todavía pienso en ti. Ya no es igual, ya no siento lo mismo. Sin embargo, la nostalgia me viene. Quiero tenerte como te tenía, aunque sólo sea un segundo. Quiero esa tú que eras cuando eras guay. Esa tú que no era una pija de mierda. Esa tú que creía en Dios, pero era capaz de rechazarlo. Esa tú que era modosita, pero que se volvía loca a un metro de la cama. Esa tú que eras cuando parecía que no te ibas a casar. Esa tú que me decía que era imposible continuar aquello cuando esto era tan bestia. Esa tú que me inspiró más de cien microrrelatos. Esa tú que me inspiró más de dos horas y media de notas y trastes en la guitarra. Esa tú que se convirtió en melodías y letras. Esa tú que me encantaba. Y ha pasado un puto año y medio o dos. Y sigo pensando en ti. Y ahora puedo decir que no me equivocaba, que no decía mentiras cuando te decía que esto iba a durar siempre. Y ahora sé que va a durar siempre. Que te voy a seguir queriendo y que siempre tendrás un hueco dentro de mi esternón. Sin embargo, ahora sé que no quiero a esa tú que me engañaba. Que me deseaba, pero que no me quería. A esa tú que quería vivirme, pero no quería arriesgar. A esa tú que se entregaba y después me rechazaba. A esa tú que quería vivir y después moría. A esa tú que me hacía jirones la piel. Y vuelvo a los lugares que compartí contigo y se me revuelve el estómago. ¡Todavía! Y sigo oliendo tu colonia al pasar, pero no eres tú. Y sigo escuchando tus tacones al salir del baño, pero no eres tú. Y sigo viéndote de refilón girando la esquina, pero no eres tú. Sigo queriendo a esa tú que eras con tu sonrisa y tus mejillas abultadas. Con esos ojos rasgados que miraban de reojo. Qué imbécil soy, qué niño. Sigo queriendo la piruleta que me pica los dientes. El balón que me hace moratones. El pilla pilla que acaba en fracaso. Sigo queriendo esa tú. Lo siento. Lo siento muchísimo, pero no por ti. Si no por mí.