viernes, 31 de marzo de 2017

La vida sigue V.

Era invierno. Muy crudo y cruel. La nieve se acumulaba vistiendo a los desnudos y raquíticos árboles. De pronto, el gusano escuchó un ruido. Levantó la cabeza. En ese momento ocupaba su tiempo devorando los malolientes restos que habían dejado los lobos y los cuervos de un cadáver putrefacto. Miró en derredor. Vio que el ruido lo había hecho un escuálido y tembloroso lobo que había venido a buscar la poca carroña que quedase por comer y que habían dejado sus hermanos. Le miró con cierta tristeza, ése no vería el próximo invierno. Se alegró de ser un ser tan inferior que no sentía ni frío ni calor y que lo que eran desechos y migajas para unos, para él era un auténtico festín. Sin más, bajó la cabeza y continuó desmigando poco a poco los restos sépticos que se pegaban gélidos al hueso. Si total, no podía hacer nada por aquel pobre animal que pronto se convertiría en su próximo manjar. La vida seguía.

sábado, 25 de marzo de 2017

El reflejo de la muerte.

Había anochecido ya. La luz naranja de las farolas se reflejaba difusa y temblorosa en la acera humedecida por la reciente lluvia. Iba caminando por una estrecha avenida de Madrid volviendo a casa. Los coches pasaban escasos dejando escuchar el pegajoso ruido de sus neumáticos contra el mojado suelo. De repente algo capturó mi atención, que se encontraba perdida entre pensamientos errantes. Una mujer caminaba en sentido contrario a mí. Me miró a los ojos y yo le sostuve la mirada. Llevaba un pañuelo atado a la cabeza. En los límites del pañuelo se podía ver la falta de pelo que cubría. Su rostro estaba teñido por un color amarillento. Su piel se pegaba a los huesos de su calavera como un vestido mojado al cuerpo desnudo. Su mirada era profunda y transmitía un mensaje. Era consciente de que iba a morir, pero no le importaba, lo tenía asumido. Esto no duró más que unos segundos, y cuando nos habíamos dejado atrás, ninguno giramos la cabeza para continuar la muda conversación. En mi mente se materializó mi madre. Un día por la mañana me crucé con ella tal y como me acababa de cruzar con esta mujer. Mi madre iba acompañada por una amiga a su sesión de quimioterapia. Llevaba un pañuelo en la cabeza. En los límites del pañuelo se podía ver la falta de pelo que cubría. Su rostro estaba teñido por un color amarillento. Su piel se pegaba a los huesos de su calavera como un vestido mojado al cuerpo desnudo. Su mirada me sonrió. Era consciente de que iba a morir, y sí le importaba, no lo tenía asumido. Quizá la mujer con la que me crucé fuese el reflejo de mi madre que no pude ver ni aceptar en su momento, y que volvía una década después para dejarme ver que sí estaba preparada para morir.

viernes, 24 de marzo de 2017

Desagradable.

A ver, por Dios, por el aliento del Embozado, por Belenos, pues no estoy fumándome un cigarrillo en el curro y veo pasar a un ser, infraser, que llevaba la siguiente guisa: bigote arreglado a lo Dalí, peinado de futbolista samurái, esto es, coletilla ridícula en la coronilla con los lados de la cabeza semirrapados, pantalones molestamente estrechos y ligeramente cortos, dejando al descubierto los tobillos, zapatos puntiagudos de cuero y chaqueta de traje ajustada en el talle, todo muy sofisticado y se supone que elegante. Esta gente que adopta ciertas características para parecer distinto y peculiar, puesto que por sí mismos no lo son y la forma más fácil de conseguirlo es externalizándolo con poco gusto, características que sí son propias y genuinas de personalidades pasadas y presentes que son peculiares de verdad y que esa peculiaridad es inherente a su intelectualidad, merecen no existir. Así que yo juzgo y dicto sentencia: culpable de mongolismo y alteración del buen gusto, condenado a muerte por sodomización de un garañón bien dotado.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Siguiente, siguiente, siguiente.

Hace poco me estaba leyendo una trilogía de Mago la Ascensión, y me gustó tanto que lo leí muy parecido a como hago las instalaciones y desinstalaciones en Windows, "siguiente, siguiente, siguiente". Pasaba páginas sin si quiera leerme dos palabras del contenido de cada una. Un poco malo el libro. Y no pude evitar sentir que ése es el modo en el que entró mi vida desde que no te tengo. Lo único que hago es darle al botón de "siguiente" para pasar página, para pasar tiempo, para que la desinstalación termine. Pero no acaba nunca. Es siempre la misma página la que aparece cuando doy a "siguiente". La misma página la que aparece a cada paso. Tú. Tú eres cada página. Cada paso. Tan sólo va cambiando el modo en que te voy percibiendo dentro de mí. El modo en el que se van transformando las emociones y sensaciones. Vivo esperando que por fin aparezca de una maldita vez el botón "Finalizar".

Ya se ha terminado la partida.

¿Sabes esa sensación que tenías cuando estabas jugando al escondite de pequeño, pero realmente eras el único que seguía jugando porque todos ya habían terminado, y tú seguías escondido hasta que ya te parecía extraño que no oyeses nada ni te hubiesen encontrado y entonces salías y les veías en la placita a todos jugando a otra cosa? Esa sensación de soledad, de conocimiento de la realidad. Tú no eras su prioridad, mientras que ellos sí lo eran para ti. Así es como te sientes ahora cuando ves que la otra persona ya no depende en absoluto de ti. Ya es completamente ajena. Es como una extraña. Como cualquier otro u otra en la oficina. Sin embargo, para ti no es así. Cada vez que la ves se te remueve algo por dentro. Un calor sofocante te hormiguea por dentro todas las extremidades y rincones de tu cuerpo. Y ves que a ella no. Te mira con indiferencia. Hace nada erais uno, y ahora no sois nada. Sólo tú hablas con la mirada. Ya no puedes hablar con ella a viva voz. Tienes que conformarte con decirle todo con una mirada que dura un segundo. Una vez más sales de tu escondite para ver que la partida ha terminado definitivamente. Ella está con sus nuevos prójimos haciendo su vida. Así que lo mejor que puedes hacer es irte del patio y subirte a casa a leerte un cómic.