Esta es la confesión manuscrita que alguien transcribió y que un conocido me hizo llegar recientemente de un asesino en serie después de ser sentenciado a muerte en la horca el día 24 de septiembre de 1816 con 33 años. William Peers era su nombre. Y decía así:
No estoy en contra de lo que sus señorías han dictaminado. Sé que merezco esta suerte. No me opongo. Sé que he hecho daño a inocentes. Que he destrozado familias y que he causado daños irreparables con cada cadáver que he creado. Y no me arrepiento. ¿Lo volvería a hacer? Sí. Lo haría una y otra vez si pudiese. No me arrepiento de nada. Nunca he sido una persona que pudiese disfrutar de una vida feliz. Nunca he sido aceptado. Nunca se me ha dado una oportunidad de ser feliz, de ser querido. Desde niño, siempre me han maltratado. No mis padres, sino el mundo. Siempre me han rechazado. A cada intento que yo hacía para poder ser uno más, siempre había un empujón, una burla, una humillación. A cada lágrima que derramaba nunca había un consuelo, una caricia, una voz reconfortante. Todo lo bueno que había en mí, si es que lo hubo, se fue transformando en odio. En odio hacia todo lo que me rodeaba. Empecé destruyendo mi habitación. Las plantas que había a mi alrededor. Me infligía daño a mí mismo. Me cortaba, me golpeaba, me mutilaba. Gracias a ese entorno hostil, llegué a odiarme, a avergonzarme de mí mismo por ser como era, por llorar. Incluso llegué a pensar que me lo merecía. Yo mismo me unía por dentro a ellos, les daba la razón y les justificaba cuando me golpeaban, me escupían, me insultaban y me hacían ver que no valía para nada. Y esa sensación me acompañó desde mi niñez. Y continuó durante mi madurez. Cuando pasé a ser adulto mi situación no mejoró. Siempre encontraba el mismo rechazo. Todos mis intentos por integrarme, los cuales eran cada vez más escasos, terminaban de la misma manera, solo. Siempre la soledad. Me obligaron a convivir conmigo mismo toda mi vida. ¿Os imagináis lo que es tener que compartir cama, comida, conversación, retrete, vida, con alguien a quien detestáis? Con alguien a quien no soportáis. Alguien al que no toleráis. Al que os desagrada hasta la arcada. Alguien cuyo olor os produce náuseas. Eso es lo que se me obligó a vivir. Y eso es lo que se encargaron de recordarme cada día de mi desolada vida. Sé que las personas a las que he asesinado no fueron ni tuvieron que ver para nada con mi desgracia. No fueron ellos ni ellas los responsables. Ni sus familias tampoco. Sin embargo, lo habrían sido si hubiesen sido parte de mi entorno. Si hubiesen podido habrían hecho lo mismo que hicieron todos aquellos que tuvieron acceso a mí. ¿Por qué habría tenido que ser diferente? Incluso todos los que estáis en esta sala lo habríais hecho. Y si no os he asesinado es porque no he podido, al igual que vosotros tampoco habéis podido contribuir a mi muerte en vida, no porque no haya sido vuestra voluntad, sino porque materialmente ha sido imposible, pues no nos hemos conocido nunca antes. Si pudiese os mataría tal y como he hecho con los otros. No me produce placer matar. Pero me alivia. ¿Soy un monstruo? Estoy seguro de que a vuestros ojos lo soy. Y si hubiese tenido la oportunidad, no, si me hubieseis dado la oportunidad de ser normal, también me vería como un monstruo. Aunque puede que si me hubieseis dado la oportunidad de ser normal, no me tendría que ver como tal. Ahora vosotros decidís asesinarme por unos crímenes que he cometido sin siquiera conocerme. Sin embargo, no os ajusticiáis a vosotros mismos por haber engendrado a este monstruo que tanto os desagrada. Vosotros sois los que creáis a los de mi calaña. Vosotros sois los que nos torturáis y despreciáis durante toda la vida, moldeándonos tal y como me veis ahora, obligándonos a ser lo que somos, a desear incluso la muerte antes que la vida, para luego, no contentos con habernos condenado a vivir una desgracia continua, terminar de darnos la estocada final condenándonos a muerte, y quedando satisfechos os dais palmadas en la espalda por haber hecho justicia. Lo único bueno que habéis hecho por mí es terminar por fin con mi agonía. ¿Quién es de verdad el asesino? ¿Quién es de verdad el monstruo? ¿Quién tendría que subirse al cadalso?