Escuchó unos ruidos. Era el camión de la basura haciendo su ronda nocturna. Con violencia arrastraban los cubos y los abrían sin piedad vaciándolos de todo contenido. Incluso la roña más apegada caía.
Se encontraba ante la fachada de su portal. Desde la acera de enfrente miraba a todas las ventanas para ver si podía, aunque sólo fuese un momento, distinguir la figura de ella. Aunque sólo fuese la curvatura de su hombro o la silueta de su cara. Pensaba que igual, mirando fijamente allí iba a conseguir invocarla por la fuerza invisible que hasta hacía unas horas les había unido. Que ella iba a asomarse y a verle. Y al verle, iba a bajar y le iba a abrazar como hasta hacía unas horas lo habrían hecho. Y que le iba a decir que no quería eso, que le quería a él y que se iba a quedar con él. Nada más lejos. Ella nunca sabría que él había estado allí llorándola. Torturándose por no haber querido conducir aquella situación maquinalmente hacia donde quería que llegase y hasta donde estaba seguro que habría llegado si lo hubiese hecho de aquella proterva manera.
Salió de su ensimismamiento cuando escuchó al camión de la basura irse. Le vio alejarse y le pareció escuchar. Le pareció escuchar una risa burlona. Una risa que le derrengaba con la fuerza de mil maldiciones. Y su eco permanecía allí recordándole que se había acabado. Que jamás podría disfrutar lo que hasta hacía unas horas había disfrutado. Echó a andar cabizbajo mientras las lágrimas huían de sus ojos como lo había hecho ella.
Adiós
Hace 3 años