sábado, 15 de noviembre de 2014

Va a ser duro.

Va ser duro tener que quedarme con el recuerdo de tus respingones labios entreabiertos mientras disfrutas de mis dedos.
Va a ser duro no volver a sentir tu aliento en mi boca mientras culminas.
Va a ser duro pensar en tu pecho a cientos de kilómetros de mí.
Pensar en tus muslos rodeados por otras manos que no sean las mías.
Pensar que ya no voy a poder esquivar nunca más tu mirada. Mirarte a los ojos mientras no me miran.
Va a ser duro no poder abrazarte. No poder sentir en mis yemas tus clavículas. No poder chuparte el cuello.
Va ser duro verte conectada en el whats app y que te desconectes sin que nos digamos nada.
Va a ser duro olvidar este puto mes.
Va a ser duro.

Dejémoslo estar.

¿Dónde hay porros?
¿A dónde es eso que llaman entendimiento?
No lo veo. Soy miope. Tengo las retinas tan desgastadas como las traviesas de los taburetes de un bar.
Quizá ese dios del que habláis tire su dado de cuatro y con ello converja mi suerte hacia lo que lleva dirigiéndome desde que nací. Claro, que igual está tirando un dado de veinte y por eso no atina. O quizá, yo, y con yo me refiero a yo, me esté dando más importancia de la que tengo para él, y ni siquiera está tirando dados por mí. Igual no soy más que la tira cómica de la parte de arriba del tebeo. Esa que se miraba cuando te habías leído veinte veces el tebeo y no sabías qué más mirar de él, y de repente te enterabas de que existía ese margen lleno de un contenido que, también de repente, te encantaba.
No importa. Sea lo que sea, soy, y como tal existo, según dijo un alguien sin importancia ahora mismo. No es que no importe, seguro que es importante y respetable intelectualmente hablando, pero estamos tratando de tales minucias y tantos desacatos hacia lo que es el pensar, que sería un poco insulto nombrar a ése alguien a quien aludimos unas veinte palabras antaño. O quizá no. Igual, si existiese ahora mismo, estaría pronto a contarnos sus opiniones y argumentos ante tales tiradas deidosas de dados. Ante esa suerte de la que me quejo. Quizá me diría que dejase de darme importancia a mí mismo y dejase de pensar en la suerte que no me pertenece, en esa suerte, que por su propia ausencia, no puede generar un antónimo, y que por tanto, la mala suerte de la que presumo no existe. En ese caso, volvería a darle una, dos, tres y hasta que mi pecho aguantase, caladas al canuto. Y quizá así, quizá, y digo quizá, lograse entender toda esta sarta de ideas que, filosofando baratamente, llegaron a mi pensamiento. Y no hay más. Sin más. No se quiera leer aquí un final grandilocuente, porque este texto no lo merece. Y tampoco los dedos que han transcrito, como han podido, el conjunto de trisomías aquí escritas.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Sola.

Reía. Jugaba con sus amigas que le pasaban el balón. Gritaban. Juntas aplastaban el agua de los charcos y se empapaban la falda. Cantaban. Sus trenzas negras volaban alegres. Miró hacia la pared de ladrillo. El chico que le gustaba estaba allí apoyado y le sonreía.
De repente, levantó la mirada. Una lágrima se arrojó desde su ojo y se deslizó por la suave mejilla. Estaba sentada sobre un poyete. Sola. Sus negras trenzas caían tristes sobre su pecho. Miró al patio y vio a esa manada de seres inverosímilmente felices. Ningún chico la miraba desde ninguna pared. Ninguna chica la buscaba para pasarle ningún balón. Bajó de nuevo la mirada. Las manos rezaban silenciosas entre las rodillas. Cerró los ojos y se prometió no volver a soñar jamás con las falsas emociones que no existían para ella.
Estaba sola y sola decidió permanecer.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Últimamente XIII.

"No hay que dejar que las emociones por nadie crezcan dentro". Eso es lo que pensaba últimamente, y no tan últimamente. Eso es lo que llevaba pensando desde que se precipitó por equisava vez al dejarse llevar. Joder, la última vez que lo pensó pensaba que era casi la primera, pero haciendo memoria se dio cuenta de que lo había pensado ya unas cuantas veces más. Empezaba a heder ya. A ver si esta vez era verdad y lo cumplía. Dio una sabrosa calada al causante de su estado de flotación actual. Dejó que "River was filled with stories" de "World's End Girlfriend" le meciese y le empujase suavemente por el aire. Se encontraba en una nube espesa, blandita y cojinosa. Y montado en ella, como Goku, pero tumbado, se dejó llevar para salir de la pestilencia de sus pensamientos.

Como un orate.

Soliloquiando como un orate cualquiera, hallábase el tragicómico representando su propia obra. Bañándose en su dolor, creíase el único ser del planeta abatido por tan ecuménico enemigo. Un poco presuntuoso por su parte pensar que nadie podría comprenderle en tan gran desasosiego, que nadie había pasado como él por tan cruenta desgarrada interior.
Ahora sólo quería refugiarse en la calidez de la glacial depresión. Quería dejar de sentir. Y quería poder quedarse solo en su cueva.