Consigues algo sin conseguir lo que consecuentemente conlleva.
La fortuna no te mira nunca de frente y evita tu mirada.
Sabe que si te mira te debe algo. Entonces, sin querer hacerlo,
te da un premio de consolación. Te querías autocompadecer,
pero ya no puedes. Te ha dado un premio cuya magnificencia
está velada por su aparente insignificancia. Pero tú sabes
que al fin y al cabo le caes bien. Y tienes lo que no tendrías
si hubieses conseguido lo que entonces querías.
¿He de darte las gracias por esto, o he de seguir odiándote
en sesgado odio?