No estoy enfadado, y esa, no está siendo mi actitud. Lo que estoy es decepcionado por tus palabras, las que usaste para herir, no para reprochar, por lo que dijiste a lo mejor sin saber las consecuencias pero que ahora ha dejado una cicatriz que aunque se cure, no se olvidará.
A ti no te reproché el que no vinieses a verme en nueve meses, que cada vez que hablase contigo tu mirada estuviese vacía observando la televisión, que casi siempre sea yo el que te proponga hacer cosas juntos, pero ahora todo esto te lo grito para despertarnos de ese estúpido sueño que vivíamos en el que los padres y los hijos pueden ser amigos.