Mis retinas molestamente finas amenazan con dejarme ciego cualquier día. Ya no sólo veo manchitas negras alrededor de todo mi campo visual, también veo líneas muy difusas negras que las unen. A veces, incluso veo destellos. A ver, no mea burro con mis ojos, la verdad es que molan. Me gusta esa miopía de cinco y medio dioptrías pasadas que cuando no llevo lentillas ni gafas, me hacen parecer un minusválido. A veces, por lo que sea, he ido a las tantas de la madrugada o temprano al día siguiente en el metro sin lentillas, porque, por lo que sea, me las quité, y sin saber dónde coño he amanecido ni en qué parada estoy, me tengo que acercar a los carteles donde enumeran en una lista vertical todas las paradas siguientes a la actual (jodo, parezco el NODO), hasta casi tocar con la nariz el cartel. Eso no es difícil, pues gasto unos dos centímetros y medio por aproximadamente cinco centímetros de tocha. Me planteo cómo sería la vida siendo ciego después de haber vivido tres décadas y pico viendo. Probablemente no lo superaría. Creo que igual terminaría en suicidio. O no, porque al final eso es complicado y da miedito. Pero no sería feliz. O sí, porque igual dejaba de fijarme en detalles superficiales para dedicarme más al tacto o a los sonidos (consuelo de mierda). Me gustaría saber qué nuevos matices descubriría en las voces cuando ya no pudiese ver. Quizá ninguno nuevo, salvo que la voz fuese nueva. ¿Usaría bastón o perro guía? O los dos. O ninguno. Molaría ir como un viandante que ve, pero sin ver, sin que la gente supiese que eres ciego. Alguna hostia me llevaría. Lo que más me dolería, creo, es no poder seguir teniendo a mis gatos, porque aunque te den esperanzas con que los ciegos se apañan perfectamente y pueden hacer vida normal, si me quedo ciego a mis treinta y pico o más tarde, no creo que aprendiese a vivir normalmente. El cerebro se endurece, y el mío creo que lo hace a velocidades de deporte extremo. En el cerebro tengo pegatinas de Red Bull y Monster. Va a toda hostia, no de pensamiento, sino de endurecimiento, al contrario que mi pito, que con cada año que pasa se vuelve más perezoso. Joder, ¿quién inventó la vida? Se lució. Que alguien me pase con el encargado porque tengo varias quejas e incidencias en producción. Si me quedo ciego, no sé, creo que lo único bueno es que me darían la baja por discapacidad y no tendría que currar, ¿no? Además, me han dicho que no puedo cuidármelas, que no puedo hacer nada por que no pase. Simplemente rezar si soy creyente en algo o cagarme en los dioses si no. Ya me han dado láser como tres o cuatro veces en ambos ojos y es malditamente molesto. Primero te echan un colirio que escuece y luego una gota de anestésico. Después te meten una lupa en forma de cilindro no muy largo entre los párpados de forma que uno de los extremos te toca el ojo. Esperad, una pausa. Pensemos bien esto. Te toca el ojo, con su iris, su pupila y su globo ocular un puto cristal pulido. No contentos con ello, te ponen una lamparita de luz muy intensa a diez centímetros del ojo. Empiezas a ver todo en negativo. Todo negro, es todo negro mezclado con el resplandor amarillento de la lámpara, atravesado por una especie de miríada de rayos luminosos en forma de venas por toda esa negrura. Si no os lo han hecho, id un día a que os lo hagan. Después llega el láser. Un punto verde que cada vez que aparece te da un calambrazo dentro del puto ojo. Y así durante diez minutos. Diez minutos, que no son nada. Bueno, no son nada... Si te toca esperar el metro diez minutos te cagas en Barrabás. Si te sacan una muela del juicio en diez minutos, te cagas en Judas. Si tienes que estar diez minutos escuchando a un bobo hablar en una reunión de mierda, te cagas en ros. Y así sucesivamente. Si me quedo ciego, espero poder tatuarme a fuego en mi mente algunas imágenes para llevármelas conmigo a la ceguera. Y después, a la tumba. FIN.
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