miércoles, 19 de julio de 2017

Ya no lo quiero.

No quiero que pienses en mí. Ya no lo quiero.
Ni siquiera que me dediques un recuerdo, un cajón polvoriento de tu memoria.
Sé que ya no lo haces, pero es ahora cuando yo no quiero que lo hagas.
No quiero que llores ni una sola lágrima por mí. Déjalo pasar.
No te entristezcas. Y no pienses en lo bonito que fue cuando fue bonito.
Y no busques mi olor en las muchedumbres. No busques mi silueta en las figuras paseantes.
Y no quieras encontrarme al girar la esquina.
Yo ya no lo quiero.
Ya no te busco.
Mi nariz ya no se estremece cuando nota tu colonia cerca, en una desconocida. Y mi mirada no te busca.
Mis ojos ya no llueven por ti. Y mi corazón ha pulido sus callos. Mi cuerpo se ha acostumbrado a no tenerte.
Ya no te quiere.
El hueco de mis manos ya no tiene tu forma.
Mis dedos no gritan por el recuerdo de tus clavículas.
No pienses nunca más en mí. No llores una sola lágrima por mí.
No lo quiero.
Tan sólo guardo uno de tus regalos para acordarme siempre de que jamás he de olvidar que no te quiero cerca.
Cada vez que me mire con sus ojillos de plástico negro, vidriosa la mirada, me acordaré de todo tu desprecio que ya ha cicatrizado en mí.
Cuando vea en sus ojos los tuyos, me dará fuerza. Me hará recordar tu indiferencia ante mi desesperación.
Cuando vea en sus ojos la displicencia de tu gesto, me dará fuerza.
Cuando vea en sus ojos la impenetrable negrura con la que me envolviste.
Cuando vea en sus ojos la nada.
Cuando le mire a los ojos, veré los tuyos. Y cuando los vea, volveré a darme cuenta del abismo en el que me hiciste caer.
Y ya no lo quiero.
Llego más tarde que tú, lo sé. Pero he llegado.
Ya no te quiero.

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