sábado, 29 de octubre de 2016

Y sigo.

Y sigo pensándote  como si tú pensases en mí. Y sigo escribiéndote como si me fueses a leer. Y sigo llorándote como si tú me llorases. Y sigo buscándote como si tú quisieses encontrarme. Y sigo queriendo encontrarte como si tú quisieses buscarme. Y sigo necesitándote como si fueses agua. Y sigo necesitándote como si fueses ron. Y sigo necesitándote como si fueses hachís. Y sigo, sin ti, y tengo que seguir sin ti porque se me ha impuesto que así sea. Y sigo sin ser yo, y sigo sin encontrarme. Y sigo sin ti. Y sigo queriendo tener el valor de que el siguiente paso sea al abismo del andén, al borde del puente, a la sobredosis de pastillas, al cáncer de un día para otro, a la soga que me apriete el cuello, a la bala que me perfore el cerebro. Y sigo sin ti.

Gracias a la vida.

Gracias a la vida por haberme quitado tanto. Otro porro más. Hace falta otro. Gracias a la vida por haberme obligado a perder todo lo que quería en mi vida. Gracias por matar a mi madre. Gracias por matar a mi abuela. Gracias por matar lo que tenía con M. Gracias vida por prepararme y dejarme aprender a morir. Así cuando llegue el momento en el que tenga que morir, estaré acostumbrado a la muerte y no me pesará. Ojalá la vida fuese un ente físico. Le haría padecer cuanto me ha hecho sufrir. La ataría a un poste y dejaría que los cuervos se comiesen sus ojos. Le arrancasen la piel a tiras con los pellizcos de sus picos. Dejaría que las hienas le devorasen las entrañas mientras sigue viva y viendo cómo se desangra agónica. Mientras grita clemencia y pide muerte. Y le concedería esa muerte, pero después de sufrir tanto como ella me ha hecho vivir.

No la vas a volver a ver.

Es otra noche más en la que te imaginas con ella, pero es que no está, déjalo, no pienses más. No está y no va a estar. De hecho, deja de imaginar situaciones, no va a pasar en un taxi por delante de ti mientras cruzas, no va a estar en la terraza por la que pasas por delante, no va a salir esa noche de fiesta y vais a coincidir en un garito. Déjalo. Deja de pensar en absurdeces. Lo más probable es que no la vuelvas a ver, asimílalo. Olvídate de los días once de diciembre de dos mil quince, nueve y dieciséis de febrero de dos mi dieciséis, nueve de mayo, ocho de abril y ocho de julio de dos mil dieciséis, no se van a repetir jamás. Deja de buscarla en la música que escuchas en los antros de mierda. Deja de buscarla en las pibas de mierda que hay en los garitos de mierda. Deja de buscarla en cada persona que pasa mientras te fumas un porro en la puerta del bar. Deja de buscarla en cada porro que te fumas en tu habitación. No está. Y no va a estar. Os separa un anillo, ya Tolkien vaticinó el poder de los anillos. Ahora, a ti te separa de ella un anillo en el anular. Aparte que ya se habrá olvidado de ti. Deja de pensar en ella. Se apartó de ti sin querer volver a verte, y eso sigue siendo así. Así que déjalo, no te esfuerces en poder encontrarte con ella, jamás la volverás a ver.

viernes, 28 de octubre de 2016

Espejismo.

I.

Se acariciaba la barba pensativo. Irascible. Le temblaba el pulso. Un gran señor como él. Un gran señor como él no se podía permitir el lujo de ser humillado. Así que encargó al mejor y más anciano de los magos un artilugio mágico, un artefacto que le permitiese avasallar los sentimientos de su prometida. Quería confirmar definitivamente sus sospechas. Recelaba. Desde hacía tiempo él tenía la suspicacia de que ella amaba a otro. Que dedicaba su verdadera voluntad a otro. Sabía quién era. Ofreció al gran mago darle cuanto quisiera de las arcas a cambio de un artefacto que le deshiciese de su angustia y le mostrase aquello que quería conocer. El viejo mago aceptó. Y creó tal objeto mágico ruin que le había sido encargado por el ser más ruin. Porque si algo había más repulsivo que un instrumento inmundo, era aquél que lo había ordenado fabricar.

II.

La noticia de que este encargo se había realizado corrió rápido entre todas las personas de la corte. Cuando ella se enteró sintió miedo y no pudo dejar de llorar. Su prometido iba a conocer su secreto y la ahorcarían. Y peor aún, iban a ahorcarle a él. Al hombre al que quería más que a su vida. Impotente, empapó paño tras paño encerrada en su aposento.

III.

El gran señor visitaba impaciente al mago todos los días para apremiarle. El mago, imperturbable, no mudaba el rostro cuando le respondía: "Excelencia, al igual que el tiempo que lleva a un hombre cruzar una puerta no es el mismo que le lleva cruzar todo el reino, tanto así es el atravesar el alma de cualquier ser sobre la tierra. Lo que vos habéis pedido es usurpar el mayor de los secretos guardado en la mayor de las fortalezas". El gran señor, insatisfecho, abandonaba al viejo más impaciente de lo que había llegado. La obstinación y la ignorancia son la más imprudente e impertinente de las mezclas posibles de carácter.

IV.

Al fin, un día el mago visitó al señor y le mostró el artefacto mágico. Y le dijo estas palabras: "Majestad, aquí tenéis vuestro espejo. Este espejo refleja a la persona que más ama aquél que se muestre delante". Henchido y colmado, el gran señor se frotó las manos y sonrió. Se puso enfrente del espejo y se vio a sí mismo. Al instante su imagen comenzó a enturbiarse mientras se iba transformando lentamente en la forma de una esbelta figura, de melena lisa, ojos profundos y elocuentes, manos cuyos dedos eran como ramas de una enredadera, hombros perfectamente nivelados y curvatura suave, cadera fina y piernas esculpidas en mármol blanco. Boca pequeña. Pecho discreto. Ante él se encontraba ella. Efectivamente, ese objeto demoníaco cumpliría su función.

V.

Sin esperar un instante, fue en busca de ella. La agarró del brazo y la arrastró hasta el pequeño y oscuro aposento donde se encontraba el gran espejo. Tiró de ella hasta que la colocó delante del mágico artilugio. De nada la sirvió resistirse y sollozar. De nada la sirvió agitarse. Allí estaba. Frente a un espejo que la reflejaba completamente. De pronto, su figura comenzó a enturbiarse. El gran señor miraba furiosamente fijo el reflejo. Mientras el reflejo se convertía en niebla, iba apareciendo la figura de otra persona. Una gran barba oscura se comenzó a dibujar sobre la superficie. Los ojos duros e inclementes. Gran envergadura y solemne porte. Postura inmaculada y regia. Cuando el gran señor se reconoció en el reflejo que ahora mismo se encontraba ante ella, su furia fue desapareciendo. Al verse a sí mismo y no a aquel al que esperaba, se maravilló mucho. La miró incrédulo. La cogió suavemente del brazo y le dijo: "Señora, disculpad mi rudo comportamiento con vos estos últimos días". Dicho esto, se dio la vuelta y salió orgulloso de la pequeña estancia y convencido de que había sido absurdo pensar que un vulgar artesano, pudiese hacerle ninguna clase de competencia.  Cuando desapareció de la vista de ella, la muchacha se giró y miró al viejo sabio. Cayó de rodillas y llorando le besaba la mano. Exclamó: "¡Oh mi señor! ¡Me habéis salvado! ¡Cómo lo habéis hecho! Decidme qué queréis y haré lo que sea por conseguíroslo". El mago imperturbable y sin mudar la expresión de su rostro dijo: "Excelencia, no habéis de agradecérmelo. Los pobres de carácter, aquellos que albergan miedo y desconfianza en sus corazones están condenados a importunar y alterar a los corazones nobles como el vuestro. Solamente he hecho lo que juiciosamente haría cualquiera en quien no haya arraigado la ignorancia. Este espejo refleja a aquél que más odia la persona que se encuentre frente a él. Y vuestro señor, os ama tanto como os odia. Esa es la gran peculiaridad que tiene el amor. Si hubiese hecho un espejo conforme a su voluntad, no seríais vos quien habría sido condenado primero, puesto que la persona a quien más ama la gente cobarde e incapaz, es a sí mismos, por lo que él se habría visto a sí mismo y no a vos, y habría pensado que el espejo era inútil y me habría mandado ahorcar sin dudar".

VI.

El anciano marchó sin pedir la recompensa que le había prometido el gran señor y sin cobrar tampoco aquella que la joven le había ofrecido. Se marchó imperturbable y sin mudar su rostro. No se sentía orgulloso de sí mismo. Simplemente había hecho lo que tenía que hacer, porque si algo había más repulsivo que aquél que había ordenado fabricar el objeto más repugnante del mundo, era aquél que lo fabricaba.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Carta sin destino.

Escribió la ultima palabra de la carta que la había estado escribiendo. La dobló y la metió en el sobre. Le dio la vuelta y comenzó a escribir su dirección. Se detuvo. Se quedó mirando la dirección a medio escribir, pensativo. Volvió el sobre y sacó la carta. ¿Qué pretendía? Qué pretendía con aquel mensaje escrito que tantas veces antes se lo había dicho en voz alta, susurrado al oído, dibujado en la espalda, acariciado en su boca, besado en su ombligo. Qué pretendía ahora, ya era tarde. De nada había valido las otras veces, de qué iba a valer que fuese escrito en una carta. La desdobló y, sabiendo que ella jamás recibiría la carta, se la leyó en un susurro tenue y apagado sabiendo que jamás le oiría.

jueves, 20 de octubre de 2016

Puta Bida.

¿Y si no te vuelvo a ver? ¿Y si la última vez que te vi fue pasando de largo? ¿Todo esto no ha valido para nada? Todo lo que hemos vivido, ¿no ha valido para nada? Y si fuese cierto lo que pensábamos, que la vida nos ha querido juntar siempre, por qué al final nos juntó así. Por qué lo hizo para destrozarnos. Hay quien se empeña en decir que la vida es maravillosa, que es lo mejor, que es un don. Yo me empeño en oponerme a ellos. Y creo que la vida es nuestro peor enemigo. Es un ardor constante para el que no hay medicina que palíe el dolor y no sea dañina. No quiero pensar que no te voy a volver a ver. Pero tampoco quiero verte fuera de un radio que sobrepase el alcance de mi boca. Ahora mismo sólo me queda lo que mi memoria quiere dejarme ver de ti. Espero que la vida puta la próxima vez saque algo que no sea pifia en la tirada y podamos estar juntos.

viernes, 7 de octubre de 2016

Miedo.

Me aterroriza volver a verte. ¿Qué voy a sentir? ¿Me voy a volver a derrumbar? ¿Van a volver mis lagrimales a sangrar? Me aterroriza no volver a verte. Sé lo que voy a sentir. Sé que me voy a volver a derrumbar. Sé que sangraré otra vez. Como dice Phosphorescent en Song for Zula, he visto al amor desfigurarme en algo que no reconozco. No volveré a abrirme de esta manera jamás. No me reconozco, ni por fuera ni por dentro. Me he visto tocar fondo y no ser capaz de despegarme de él. Espero poder hacerlo algún día. Pero jamás me volveré a abrir así.

lunes, 3 de octubre de 2016

La sombra de un sueño.

Notó una respiración caliente y húmeda en su oreja. Escuchó un susurro muy bajo, no pudo identificar lo que le decía. Su piel respondió a la calidez de ese aliento. Esa sensación no le era extraña. Aunque ya había notado otras veces eso mismo, podía identificar perfectamente de quién era ese susurro. Quién era quien le había erizado la piel de esa manera. Sólo una persona. Abrió los ojos pero no vio a nadie a su lado. Se incorporó y vio lejos una silueta. Conocía perfectamente esa silueta. No podía distinguir ninguno de los rasgos de la cara ni del cuerpo, sólo veía la sombra negra. De pie. Observándole. Se levantó y fue hacia ella, pero cuanto más se acercaba más se alejaba aquella sombra. La llamó, pero no respondía. Corrió hacia ella, pero ella se alejaba más rápido. Corrió todo lo que pudo para alcanzarla gritando, chillando su nombre. La desesperación le consumía al ver cómo cada vez se encontraba más lejos, hasta que desapareció y sólo quedó en su cabeza el eco de sus gritos desesperados. De repente se despertó. Miró a su alrededor y no había nada ni nadie. La ventana seguía dejando filtrar la luz mortecina procedente de la calle y la puerta de la habitación estaba cerrada. Todo tal y como lo había dejado antes de irse a dormir. Una vez más su cabeza le recordaba que ella ya no estaba aunque él la siguiese buscando.