domingo, 13 de enero de 2013

Hacia el final.

La imagen de sus hijos le cruzó la mente. La cara de su mujer sonriendo. Los ojos de su mujer llorando y sus labios mojados por la tristeza. La risa de su gran amigo. La gravedad de su mirada. De repente, una corneta le sacó de su ensoñación y le trasladó hasta el retumbar de las pisadas. De los tambores. Miles de pies caminaban juntos al mismo son. Un mar de hierba se extendía ante ellos. Banderas ondeaban sus colores bajo la luz del aplastante sol. Al fondo, otros miles de pies seguían la misma marcha pero con opuesta dirección e intención. Su estómago se contraía y se relajaba casi al mismo tiempo. No desvió la mirada hacia ninguno de sus compañeros porque sabía que no encontraría refugio para su horror. No encontraría consuelo en sus endurecidos y amedrentados gestos. Así que intentó concentrar toda su fuerza en evocar el olor, el tacto, la silueta, la tersura, la ondulación y la sonrisa de lo que más quería, había querido y querría en su vida. Y con ese sueño comenzó a correr hacia el final.

La vida sigue.

Qué dramático, llovía y las gotas de agua se deshacían sobre la piel de su cara. Sobre la sinteticidad de su chaqueta. Y se mezcalabn con las lágrimas que se precipitaban desde el abismo de sus párpados. Sus piernas parecían rebelarse contra la oreden básica de la locomoción. Sus puños apretados gritaban rabiosos e impotentes hacia el suelo. Los pocos transeúntes que obligadamente se veían en la situación de tener que caminar bajo aquel tiempo de mierda pasaban rápidos. Ignorantes ante la pena de aquella criatura. De pronto comenzó a andar. Subió la empapada calle contracorriente. Cada vez la veía más pequeña desde el portal hasta que al final desapareció. Quién sería ese penoso ser y qué le habría llevado a esa desgraciada quietud. Bueno, en cualquier caso no podría haber hecho nada por esa persona, así que salió de su refugio y comenzó a caminar pensativo bajo aquel tiempo que cada vez le gustaba más.

sábado, 5 de enero de 2013

Últimamente IV

Miró hacia arriba, directamente a los ojos de las nubes (que son los pedos de los ángeles, que eso nunca lo dicen) y las urgió a apartarse. Quería mirar a Dios directamente a los ojos. "Tira ya el dado de diez y saca pifia de una vez y termina el juego, joder". ¿Por qué le habría elegido a él para sus juegos celestiales? De pronto, una vocecilla procedente de la acera le chivó al oído que no era tan importante, y no era el único con el que los dioses disfrutaban roleando. Miró hacia abajo y allí vio al cigarro con los brazos cruzados y devolviéndole  la mirada altivo. ¿Tú también? Sin más, se levantó del poyete y lo pisó; pero no con rencor, sino con pena. Y para no dejarle agonizante como a las pobres hormigas que accidentalmente se cruzan en el camino del torpe ser humano, retorció el pisotón hacia los dos lados y lo remató. Se fue sin mirar atrás. No quería saber si lo había hecho por la rabia contenida por no poder controlar sus sentimientos o por la traición de su reciente y enroscado amigo hecho de papel y hebras de tabaco.

Últimamente III

Esta vez no apagó el cigarro. De hecho no lo había encendido. Lo tiró intacto al suelo. Pero no lo pisó como se suele hacer. No tenía nada en su contra. Puestos a pensar, era el único que no le había perjudicado en mucho tiempo, así que le parecía justo tener esa deferencia con él. Permaneció sentado y aguantándole la mirada mientras su depresiva genialidad concluía sus pensamientos. ¿No había quedado en que "ilusionarse con algo sólo daba la posibilidad de bla bla bla"? Entonces, ¿qué carajo estaba haciendo? ¿Volverse a ilusionar? Pensar que puedes controlar tu cuerpo y sus irracionales sentimientos es como intentar que el joven Nathanael no se enamorase de la bien tallada joven. ¡A buenas horas! ¿Tres siglos después te planteas esto? Idiota. Inténtalo otra vez. Venga va. Querer más de lo que te quiere a ti te deja desnudo delante del paredón, solamente con una venda en los ojos y a merced de su puntería. Esta vez el cigarro se agitó por la intensidad de sus pensamientos. O bueno, simplemente por una pequeña ráfaga de aire que en ese momento quiso darse impotancia y sacarle de la profundidad de sus reflexiones. Subió la mirada por saber si Newton le iba a dejar inconsciente de un manzanazo, o si Dios se iba a decidir a dejar de jugar a los dados con su vida.